Durante el siglo XIX la pintura en Chile está ineludiblemente enmarcada dentro del proceso de su constitución como estado nacional, luego de trescientos años de dominio colonial español.
La gesta de la independencia es el nexo entre un pasado cuestionable y un futuro basado en el proyecto que impulse la clase dirigente. La pintura religiosa, que marcó etapas pasadas, pierde gradualmente su sentido original. El escenario social de la independencia genera el nuevo marco político al cual debe responder la representación pictórica, empujada por la influencia europea proveniente de la moda francesa y de la presencia de artistas extranjeros.